Hace ya más de 40 años que se usa la mamografía como método de diagnóstico y, en ese tiempo, millones de mujeres en todo el mundo se han sometido a ella. Aunque hay muchas voces en contra por no considerarla la prueba idónea, otras se alzan para decir que hoy en día no se dispone del cribado capaz de detectar –absolutamente siempre y sin ningún error– las anomalías del seno.
Defendiéndose de esas críticas, algunos expertos aseguran también que estudiar las mamas e interpretar el resultado de ese estudio no es cosa fácil. En su interior hay tejido glandular, conjuntivo, graso y epitelial, además de otras estructuras, y eso la convierte en una de las áreas anatómicas más complicadas de analizar.
Sin embargo, es cierto que a la hora de velar por su salud no todo depende de una prueba. La verdadera lucha contra lo más temido, el cáncer mamario, pasa por cumplir con dos requisitos:
- En primer lugar, identificar todos los factores que están propiciando el aumento de los tumores mamarios, algo que depende de los investigadores.
- La otra gran arma es no permitir que la lesión, cuando ya existe, campe a sus anchas. Y para eso hace falta que se haga una pronta detección, es decir que el médico marque fecha para las pruebas y que la mujer acuda a realizárselas. Esto último parece obvio, pero no siempre se cumple. Según la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), casi el 17% de las mujeres en edad de alto riesgo de padecer cáncer de mama no acude a realizarse la mamografía de cribado gratuita que se les propone. Hoy en día, el Sistema Nacional de Salud español establece –como normal general– hacerla cada dos años a las mujeres que se encuentran entre los 50 y los 69 años. En la sanidad privada muchas veces se realiza cada año.
Antes de someterse a ella
Aunque en muchos centros todavía disponen de la mamografía convencional (analógica), en otros ya han comenzado a implantar la versión digital, que da imágenes más claras y, puesto que se almacena en el ordenador, se puede ampliar la visión y estudiar la mama con más detalle además de que puede enviarse a otros especialistas para tener una segunda opinión casi de forma inmediata.
Sea cuál sea el equipo mamográfico, en todos los casos se recomienda hacerla en la semana posterior a haber tenido la menstruación o el primer día del mes en el caso de que la mujer ya se encuentre en la etapa menopáusica. Durante la regla no conviene porque las mamas están más sensibles y densas, con lo que el estudio y los resultados podrían ser menos fiables.
Si te has sometido previamente a cualquier cirugía de mama (ya sea por cuestiones de salud o por estética) o te han realizado una biopsia, conviene que se lo recuerdes a tu médico con anterioridad. Él lo tendrá en cuenta y lo hará constar en el informe para que el radiólogo identifique las posibles cicatrices y no las confunda con una anomalía de la mama a la hora de interpretar los resultados.
Unos cuantos días antes deberías disminuir, y si es posible anular, el consumo de café y de otras bebidas excitantes. Se ha comprobado que la cafeína puede llegar a provocar ciertos cambios en el tejido mamario y ocasionar que esté más sensible y más “grumoso”. Algunas mujeres, por temor a que la prueba les provoque dolor, toman un calmante ligero con el consentimiento de su médico, pero es preferible asegurarse de que no contiene cafeína, ya que muchos fármacos sí la incorporan.
El día señalado debes acudir a la cita sin haberte aplicado ningún tipo de desodorante ni crema (ni en la axila ni en la mama pero tampoco en las zonas cercanas a ella), ya que los restos de esos productos (en muchos casos partículas de aluminio) pueden aparecer como manchas diminutas y confundir al médico radiólogo
Durante la prueba
Mientras dura el estudio la mujer debe permanecer desnuda de cintura para arriba y no debe llevar ningún tipo de complementos (reloj, pulseras, pendientes), que pudieran interferir de alguna manera en la radiografía. Se coloca frente al mamógrafo y sitúa, ayudada por la enfermera, una de las mamas sobre una superficie plana que contiene la placa de rayos X. Posteriormente, la placa superior la comprime de manera firme pero sin apretar en exceso, para que el tejido mamario quede algo aplanado sin llegar a aplastarlo.
Algunas veces, y para obtener mejores imágenes, se te pedirá que contengas la respiración durante unos segundos. Posteriormente, se hace una segunda toma inclinando el mamógrafo y se repite todo el proceso con el otro seno.
El paso de comprimir el pecho puede ser uno de los más engorrosos. Para algunas mujeres no es una simple molestia sino algo que provoca dolor incluso durante unas horas. Pero hacerlo responde a una razón concreta: solo comprimiendo la mama, y en especial aquellas que tienen más de 4-5 centímetros de espesor, es posible disponer de imágenes claras de su interior desde diferentes ángulos y detectar posibles anomalías (si no se hace, unas estructuras taparían a otras y no sería posible verlas con claridad).
Puesto que las lesiones pueden ser muy pequeñas, estar semiocultas o confundirse con otras estructuras no malignas de la mama (pequeñas calcificaciones, nódulos, etc) solo una imagen nítida permite diferenciar unas de otras. De hecho, a veces no es posible esa diferenciación y es preciso realizar otro tipo de pruebas diagnósticas, como la radiografía, la resonancia magnética o, cuando se ve una masa que no se puede identificar y se sospecha que es anómala, la punción o la biopsia.
Cuando la mujer lleva una prótesis estética o reconstructiva, debe colocarse la mama de tal manera que esa prótesis quede ligeramente desplazada hacia atrás para que la imagen muestre la mayor cantidad de tejido mamario posible. Debe hacerse así porque ni la silicona ni la solución salina que hay en el interior de esos implantes son transparentes y en la imagen aparece como una masa blanca sólida que impide ver el resto de tejidos.
Tras la mamografía
En torno al 90% de las mamografías da resultados normales y solo en unos pocos casos se detecta alguna alteración de la mama susceptible de ser maligna.
Como cualquier prueba que utilice rayos X, el cuerpo recibe una cantidad de radiación, aunque muchos entendidos aseguran que es mínima y que no supone un riesgo alto para la mujer. En todo caso, destacan que es preferible recibir esa pequeña dosis de radiación que dejar de detectar –por no realizar la mamografía– un tumor ya presente. La siguiente comparación te dará una idea más detallada de cuánta radiación recibes: un TAC de abdomen y pelvis supone 20 mSv o milisieverts (la unidad en que se mide); mientras que con la mamografía se recibe 0,4 mSv, lo mismo que la radiación normal que durante un año va recibiendo nuestro organismo “de forma espontánea” por los elementos de la naturaleza.
Otro detalle que no podemos olvidar es que la mamografía no siempre es exacta y que en algunas ocasiones da un resultado erróneo. Cuando detecta “algo” que en realidad no existe se denomina “falso positivo”. Suele ser más frecuente en mujeres con menos de 50 años (porque tienen mamas más densas) y muchas veces se realiza una biopsia para confirmar las sospechas. Se le llama “falso negativo” cuando sí existe algo y el mamógrafo no lo percibe. La práctica ha demostrado que el mamógrafo digital reduce estas falsas alarmas.
Si tienes senos pequeños o muy sensibles, es posible que durante los dos días posteriores a la prueba notes un ligero dolor. Para no empeorarlo, utiliza un sujetador firme pero sin costuras, que no aprisione el pecho. También puedes consultar con tu médico la posibilidad de usar un gel de lidocaína como analgésico tópico. Y en todo caso, si el dolor dura más de dos o tres de días explícaselo por si él lo considera de interés.
Pese a que se ha comprobado que esperar los resultados durante unas dos semanas genera un estado de ansiedad en la mujer, son pocos los centros –y la mayoría son privados– que facilitan una primera evaluación de la prueba para informarle, si así fuera, que todo parece correcto.